sábado, 27 de octubre de 2012

Se acercan las vacaciones, la Navidad, el descanso, un momento ideal para revivir el juego.

 
En los éxitos de un deportista casi siempre encontramos una familia que lo apoya incondicionalmente y que hace esfuerzos y sacrificios para que logre alcanzar sus metas.
¿Cuáles son las ventajas?
Jugar y hacer cosas divertidas en familia o practicar un deporte tiene efectos muy positivos en la cohesión del grupo y en el equilibrio físico, emocional y social. Al jugar juntos nos conocemos mejor, logramos expresar y comunicar espontáneamente nuestros pensamientos y estrechamos los vínculos afectivos.
Además, desarrollamos la empatía, es decir, la capacidad de ponernos en el lugar del otro, la cooperación y la posibilidad de compartir intereses. Está comprobado que hacer parte de un equipo fortalece la honestidad, evita el aburrimiento y establece disciplina.
Durante la práctica de un deporte o simplemente jugando por diversión podemos demostrar afecto y consideración, expresar molestia o enojo y hasta hacer alianzas transitorias, pues la familia es el contexto que nos lo permite, siempre y cuando exista comprensión y apertura hacia las ideas de los demás. En el proceso de aprender a controlar la ira, esto resulta excelente y debe ser aprovechado para que los chicos desarrollen autocontrol y logren manifestar su frustración sin lesionar a otras personas, sin destruir objetos y sin hacerse daño a sí mismos.
Debido a que el juego es una de las actividades preferidas por niños y jóvenes se convierte en un excelente me dio de unión familiar y de prevención de actividades poco saludables. Reduce, por ejemplo, el tiempo de dedicación a la televisión y a los videojuegos y sirve para que los niños aprendan a administrar su tiempo de ocio.
Y cuando varios miembros de la familia se dedican a los deportes se crea un buen ambiente con oportunidades para compartir, ayudarse y ampliar las relaciones sociales al hacer parte de un equipo o participar en competencias.
Mientras jugamos en grupo estamos comunicando y transmitiendo valores y sanas formas de relacionarnos con los demás, pues las actividades deportivas son especialmente buenas para socializar. Por ejemplo, aprendemos a esperar el turno, a ser honestos, nos volvemos más tolerantes, aprendemos a perder y a disfrutar con la ganancia del otro y a competir manteniendo una actitud positiva. Todo este aprendizaje debe iniciarse en el contexto familiar y desde edad temprana para que se refleje en nuestro comportamiento social más adelante.
Los padres pueden lograr un mejor conocimiento de sus hijos si los observan en el juego libre o mientras practican su deporte preferido. Allí pueden darse cuenta si son competitivos o colaboradores, si se vuelven agresivos, cuál es su capacidad para buscar soluciones y tomar decisiones, si no acatan las reglas o si se dejan vencer fácilmente. También escucharán sus comentarios y opiniones acerca de las técnicas del juego, lo que piensa de las reacciones y comportamientos de los otros y el valor que tiene para ellos la competencia. Pero, no se trata solamente de verlos jugar, lo mejor es participar e involucrarse con los hijos en un deporte, motivándolos, sin presionarlos ni obligarlos, para evitar que terminen abandonando la actividad.
Hacer planes juntos, como ir a jugar fútbol, pasear en bicicleta o escalar hacen sentir a los hijos partícipes de las decisiones familiares y les permite asumir retos y responsabilidades. Por ejemplo, levantarse temprano y salir a tiempo para ir a un partido, encargarse del cuidado de elementos como bates, pelotas, patines y uniformes, organizar horarios para cumplir con los deberes escolares y sus otras actividades, etc.
Buena actitud para disfrutar
Juego y deporte deben considerarse como actividades divertidas que nos deben producir placer. Es fundamental que los niños aprendan que, aún en competencias, hay que mantener una buena actitud, saber disfrutar y evitar el estrés. Cuando alguien no sabe perder o no puede admitir que otros sean mejores termina por alterar la armonía que debe existir en un grupo. En cambio, si hacen su mejor esfuerzo, si aceptan sus reales capacidades y habilidades y persisten para superar las dificultades, van a mejorar su autoestima. Lo fundamental es que las dos actividades sirvan para fortalecer las relaciones familiares y sean una valiosa herramienta en el proceso educativo.

Tomado de:http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/las-ventajas-del-juego-y-el-deporte-en-familia_12336953-4
 

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